Chernóbil es hoy la reserva natural más vital

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Casi cuarenta años después del accidente tecnológico de la central nuclear de Chernóbil, «la radiación ha demostrado ser más amable que los humanos» (y lo que está ocurriendo actualmente en la zona desafía a la ciencia). Un científico que ha vivido en la zona de exclusión durante quince años dijo una vez algo que hizo enmudecer a toda la sala: «Chernóbil se ha convertido en la mejor reserva natural de Europa». Treinta y nueve años después de la catástrofe, la población de grandes mamíferos se ha multiplicado por siete. Los lobos se han apoderado de las escuelas abandonadas, los osos han regresado después de un siglo y los linces deambulan por los tejados donde antes vivía la gente. El páramo radiactivo se ha convertido en un lugar donde la naturaleza por fin puede respirar libremente sin nosotros. Y las cifras lo confirman: la humanidad es más peligrosa que la propia radiación.

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Lo más sorprendente son las mutaciones que hacen más fuertes a los animales. Los lobos de la zona han desarrollado una resistencia al cáncer seis veces superior a la normal. Sus células reparan los daños del ADN más rápido que cualquier muestra de laboratorio. Las ranas de las zonas verdes se han vuelto negras: la melanina actúa como escudo natural. Los perros han desarrollado más de doscientas variantes genéticas únicas que no se encuentran en ningún otro lugar de la Tierra. Los científicos debaten sobre el nombre de este fenómeno: degeneración o evolución acelerada.

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Incluso las aves han cambiado. Su sangre contiene diez veces más antioxidantes que la de sus homólogos de zonas «limpias». Viven más, no pierden energía durante la migración y se reproducen más deprisa. Un ornitólogo dijo: «Esto no es un milagro; es biología que ha aprendido a no temer a la muerte». Es como si la radiación hubiera activado en ellos un modo diferente: no para evitar el peligro, sino para utilizarlo como entrenamiento para la supervivencia.

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Las plantas han transformado la zona en un bosque tropical. Las ramas atraviesan los tejados y los hongos cercanos al reactor crecen tanto como neumáticos de coche. Estos hongos se alimentan de la radiación: absorben rayos gamma y los convierten en energía de crecimiento. Los biólogos lo llaman «radiotrofia». No es una fantasía: es el primer caso documentado de un organismo vivo que aprende a consumir la energía que mata todo lo demás.

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El resultado es asombroso: la naturaleza no sólo se está recuperando, sino que está cambiando las reglas del juego. Chernóbil se ha convertido en el laboratorio del futuro.

Fuentes:

Buenas noticias

Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente

Conservación

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