Todavía no existe un consenso oficialmente admitido sobre los orígenes del virus COVID-19 que provocó un cierre mundial emergente. Cuatro años después del primer brote en Wuhan, China, no se ha identificado ninguna fuente animal definitiva. En un principio, la idea de que el COVID-19 podría haberse originado en un laboratorio se tachó de teoría conspirativa, pero esta perspectiva está ganando adeptos, incluso entre diversas agencias gubernamentales y figuras políticas estadounidenses, hasta el punto de que ahora se considera cada vez más como el origen creíble. Este cambio plantea preguntas críticas sobre por qué los científicos se apresuraron tanto a descartar una explicación plausible de los orígenes de la pandemia. ¿Tenían información que decidieron no revelar?
Las pruebas de una fuga en el laboratorio
Matt Ridley, escritor científico y coautor de«Viral: The Search for the Origin of COVID-19», analiza las convincentes pruebas que apoyan la teoría de la fuga de laboratorio y cómo se intentó suprimirlas. Una de las pruebas más significativas es la propuesta del proyecto Defuse, que salió a la luz pública en septiembre de 2021. Esta propuesta, creada por la Alianza Ecosalud en colaboración con el Instituto de Virología de Wuhan (WIV), esbozaba planes para experimentos con sarbecovirus derivados de murciélagos. En particular, uno de los experimentos pretendía insertar una secuencia genética específica en un virus, una secuencia que más tarde apareció en el SARS-CoV-2. Ridley subraya que los científicos mostraron un plan claro para insertar esta secuencia en la unión S1/S2 del gen spike de un virus SARS-CoV precisamente en el momento y lugar del inicio de la pandemia. Este detalle es crucial porque sugiere que los investigadores no sólo estaban estudiando estos virus, sino que también los estaban manipulando de formas que podrían tener consecuencias imprevistas. Además, se pretendía llevar a cabo en el nivel de bioseguridad dos (BSL-2), que es significativa y peligrosamente menos seguro de lo que normalmente se requeriría para este tipo de experimentos. Esto hace saltar las alarmas sobre los protocolos de seguridad que se siguen durante una investigación de tan alto riesgo.
Otro argumento a favor de una fuga de laboratorio es la anomalía geográfica. La pandemia empezó en Wuhan, que está lejos del reservorio natural del virus. Además, los nueve parientes más cercanos del SARS-CoV-2 estaban, al principio de la pandemia, almacenados en los congeladores del mismo laboratorio de Wuhan. Ese laboratorio que estaba haciendo la investigación más extensa de virus de tipo SARS en el mundo.
Integridad científica y discurso público
El patrón de destacados científicos que niegan públicamente la plausibilidad de una filtración de laboratorio mientras reconocen en privado su probabilidad es especialmente preocupante y la deshonestidad científica plantea dudas sobre la integridad de la ciencia en general. Ridley señala que esta discrepancia se hizo evidente cuando el Congreso de Estados Unidos citó a declarar a los autores del influyente artículo«The Proximal Origin of SARS-CoV-2«, que descartaba la teoría de la fuga de laboratorio. Anthony Fauci y otros encargaron a los autores que escribieran lo que en principio pretendía ser un artículo equilibrado, pero que en última instancia, una vez asegurados los autores, concluía que era improbable que se hubiera producido una fuga de laboratorio. Sin embargo, las comunicaciones internas revelaron que muchos autores creían lo contrario, y uno de ellos dijo que era «jodidamente probable». Ridley señala que el hecho de que estos científicos comunicaran en privado sus preocupaciones sobre el origen del virus, al tiempo que afirmaban públicamente que no había sido manipulado en un laboratorio, constituye una falta de ética científica y pone en tela de juicio no sólo su integridad científica, sino también si en sus declaraciones públicas influyeron motivaciones políticas. También argumenta que son estas acciones las que socavan la confianza en las instituciones científicas y pide responsabilidades.
Influencias económicas y políticas en el discurso científico
Los factores políticos también pueden desempeñar un papel en la supresión de los debates sobre la teoría de la fuga de laboratorios. Ridley también señala que el mundo académico occidental depende cada vez más de la financiación y las colaboraciones chinas. Por ejemplo, muchas universidades occidentales dependen en gran medida de los estudiantes invitados chinos y las revistas científicas obtienen enormes beneficios de las tasas de publicación chinas. Esta dependencia está provocando una autocensura entre los científicos y las instituciones occidentales en lo que respecta a las críticas a China, y algunos científicos han expresado su preocupación por la posibilidad de que revelar la verdad sobre los orígenes de COVID-19 pueda perjudicar a las relaciones internacionales. La reticencia a afrontar esta cuestión tan problemática es alarmante, sobre todo teniendo en cuenta el devastador balance de la pandemia: aproximadamente 28 millones de vidas perdidas en todo el mundo.
La necesidad de un debate abierto
A pesar del creciente interés público por explorar la teoría de las fugas de laboratorio, muchas instituciones científicas evitan por completo debatirla. Ridley relata sus experiencias al intentar organizar debates sobre este tema, sólo para encontrarse con la resistencia de prestigiosas organizaciones científicas. Este silencio es ensordecedor e indica una falta de voluntad para enfrentarse a verdades incómodas. En un debate reciente en el que participó, la opinión pública se inclinó significativamente a favor de la teoría de las fugas de laboratorio después de que él presentara sus argumentos, lo que pone de manifiesto la desconexión entre el consenso científico y la creencia pública.
Conclusión
La investigación en curso sobre los orígenes de COVID-19 es crucial no sólo para comprender esta pandemia, sino también para prevenir futuros brotes. A medida que aumentan las pruebas que apoyan la posibilidad de una filtración de laboratorio, es imperativo que los científicos y las instituciones den prioridad a la transparencia y la responsabilidad por encima de las consideraciones políticas. Es demasiado lo que está en juego como para ignorar posibles conductas indebidas o rehuir debates incómodos sobre cómo pudo producirse un suceso tan catastrófico. Si el COVID-19 procediera realmente de una fuga de laboratorio, sería el peor accidente científico de la historia, con implicaciones mucho mayores y consecuencias de mayor alcance que cualquier catástrofe industrial.
Otro aspecto inquietante es el Evento 201, una simulación de pandemia que tuvo lugar en 2019 y que fue organizada por Bill Gates junto con Avril Haines, Directora Adjunta de la CIA. En una entrevista reciente, Robert Kennedy Jr. preguntó: «¿Qué hace la CIA en un foro de salud pública? No se dedican a la salud pública. Hacen golpes de Estado». Su comentario sugiere que puede haber otros motivos detrás del simulacro, aparte de los preparativos para una posible pandemia. Las estrechísimas conexiones entre la filantropía, la seguridad nacional y la salud pública es algo que merece un examen mucho más detenido.
En general, la necesidad de una prohibición total de toda investigación de ganancia de función, la necesidad de protocolos de seguridad mucho más estrictos de los laboratorios que tratan con patógenos peligrosos, la necesidad absoluta de transparencia y honestidad dentro de la sociedad científica y un debate sobre cómo equilibrar la salud mundial, la seguridad nacional con la investigación es absolutamente necesario. La sociedad científica y nuestros políticos tienen un largo camino que recorrer para empezar a restablecer la confianza.
Escuche la entrevista a Matt Ridley en Spiked o lea sus artículos en su página web aquí o aquí:
