En una escalada escalofriante de control estatal, el gobierno de Vietnam ha desactivado más de 86 millones de cuentas bancarias -casi la mitad del total del país- desde el 1 de septiembre de 2025, todo ello en nombre de la «prevención del fraude» mediante la verificación biométrica obligatoria vinculada al sistema de identificación digital VNeID.
De la noche a la mañana, millones de ciudadanos vieron congelados los ahorros de toda una vida, incapaces de retirar efectivo, pagar facturas o realizar transacciones en línea sin entregar sus huellas dactilares y escáneres faciales a una base de datos centralizada. Esto no es eficiencia; es extorsión económica, una extralimitación flagrante que utiliza la desesperación financiera como arma para imponer la vigilancia digital. Se trata de una despreciable toma de poder que acelera el cambio hacia la criptomoneda autocustodiada como único refugio frente a la exclusión orquestada por el Estado. Vietnam sirve de sombrío presagio: gobiernos de todo el mundo están tramando trampas similares, mezclando identificaciones digitales con monedas digitales de bancos centrales (CBDC) para forjar cadenas invisibles pero muy firmes en torno a la libertad personal. El pretexto es siempre el mismo: «para su seguridad y su comodidad».
En Vietnam, el Banco Estatal de Vietnam (SBV) calificó la purga de «revolución en la limpieza de datos» para combatir las estafas tras años de fomentar los pagos sin efectivo. Sin embargo, al no haber un periodo de gracia para las personas mayores o los pobres de las zonas rurales que carecen de teléfonos inteligentes, la política huele a coacción. Las cuentas permanecen inactivas hasta que se presentan los datos biométricos, con lo que los fondos quedan retenidos como rehenes.
Los críticos advierten que esto allana el camino para el dinero programable en el marco del proyecto piloto CBDC de Vietnam, donde los gobiernos pueden -y lo harán- imponer fechas de caducidad, límites de gasto y bloqueos de compras «indeseables», haciéndose eco de la distopía del crédito social de China. No se trata de una tiranía aislada. En todo el mundo, 2025 marca un impulso sincronizado hacia la obligatoriedad de los documentos de identidad digitales, mezclado con extralimitaciones que erosionan la privacidad y la autonomía. El marco eIDAS de la Unión Europea obliga ahora a todos los Estados miembros a desplegar carteras de identidad digital interoperables antes de finales de año, vinculando el acceso de los ciudadanos a servicios como la banca y los viajes a aplicaciones vinculadas a la biometría. ¿Incumplimiento? Exclusión del mercado único, un sutil chantaje disfrazado de integración. En Estados Unidos, los permisos de conducir digitales a nivel estatal -alabados por su comodidad- hacen saltar las alarmas de los grupos de defensa de las libertades civiles, que los censuran. Estas herramientas de vigilancia permiten el seguimiento en tiempo real.
El sistema Aadhaar de la India, que ya es obligatorio para la asistencia social y los impuestos, se amplió en febrero de 2025 para permitir a las empresas privadas acceder a los datos de reconocimiento facial, con el riesgo de crear perfiles masivos con el pretexto de la inclusión. Incluso el cacareado e-ID de Estonia, obligatorio para los residentes, se basa en blockchain pero centraliza la biometría, vulnerable a los hackeos impulsados por IA que podrían convertir los datos robados en armas para el control estatal. El patrón es insidioso: los mandatos enmarcados como voluntarios se convierten rápidamente en esenciales, y la negativa equivale al exilio social. A medida que la IA se integra en estos sistemas, los riesgos se amplifican: los datos biométricos filtrados alimentan la vigilancia policial predictiva o la puntuación discriminatoria.
Las CBDC, que se están probando en más de 100 países, potencian estas extralimitaciones incorporando identificaciones a las transacciones, lo que permite a los gobiernos controlar, estrangular o confiscar activos a voluntad. La EFF advierte que, sin sólidas salvaguardias de privacidad, estas herramientas transforman las democracias en panópticos, donde los disidentes se enfrentan a carteras congeladas o prohibiciones de viajar. La directiva de ciberseguridad de Trump de 2025, irónicamente, eliminó los marcos de identificación digital al tiempo que priorizaba la inmigración sobre la privacidad, dejando un panorama fragmentado listo para el abuso.
Resistir es posible. Para eludir esta red de arrastre digital, dé prioridad a la soberanía financiera y al anonimato. En primer lugar, acumule dinero en efectivo y metales preciosos, ya que son imposibles de rastrear e inmunes a las congelaciones remotas. Para las alternativas digitales, considere la autocustodia de criptomonedas: abandone los intercambios centralizados como Coinbase por carteras de hardware (Ledger o Trezor) y memorice frases semilla para frustrar las incautaciones. Utiliza monedas de privacidad como Monero o Zcash para transacciones que eludan la vigilancia de blockchain, enrutándolas a través de herramientas como mezcladores para Bitcoin. Opte por plataformas peer-to-peer -Bisq o HodlHodl- para operaciones con criptomonedas sin KYC, o cajeros automáticos de Bitcoin sin identificación cuando estén disponibles. Refuerza tus defensas online con VPN, Tor y navegadores de privacidad como Brave; combínalos con monederos no custodiados (Samourai o Wasabi) para ocultar tu huella digital. Evita las trampas DeFi retirándote a la autocustodia después del comercio, y rechaza las aplicaciones CBDC directamente – educa a las comunidades para amplificar la presión contra su adopción. Desde el punto de vista legal, apoye a grupos como la EFF en su presión por los derechos de exclusión y las prohibiciones biométricas, tal y como se insta en las directrices globales de identificación. Construir redes locales de trueque y ayuda mutua para evitar la exclusión.
Los 86 millones de cuentas congeladas en Vietnam son un grito de advertencia: ríndete ahora, que luego viene la libertad. Los gobiernos venden las identificaciones digitales como un progreso, pero son grilletes para los sumisos. Resiste con una independencia feroz: dinero en mano, criptomonedas almacenadas en frío y voces unidas. Nadie votó por esto. Nadie lo necesita. El futuro no es programable; es nuestro para reclamarlo.
Te invitamos a añadir ideas o soluciones alternativas en el campo de comentarios de abajo.